domingo, 9 de agosto de 2015

El Santuario de Mapethé

Son muchos los ejemplos en que la fé ha dejado huella en el arte. Recuerdo la perplejidad que me ocasionó Isfhahan al intentar alcanzar la perfección sólo frenada por el hombre mismo que no debe superar a Dios, se autolimita y deja pequeñas imperfecciones en detalles de simetría y así no rebasar al creador.

En muchos aspectos la historia del arte está diseñada por el arte religioso, sin importar que se trate de Itzamna, Tezcatlipoca, Mahoma o Yavé. La motivación es la misma, el resultado tan sólo un poco diferente. Se trata de los diferentes estílos artísticos que ha creado la humanidad en el transcurso de su existencia.

El barroco, tan saturado (incluso detestado por su contraparte minimalista) no se cansa de rellenar huecos. Es más, el churriguresco mexicano ornamenta más sobre lo ya colocado siendo éste más saturado que el primero.

Es inexplicable por qué nos atrapa, la contemplación no basta para justificarlo. ¿Es acaso el paso del tiempo lo que lo hace irresistible? No, no lo creo. El plateresco, que también atrapa mis sentidos, es más antiguo, sin embargo, el barroco me hinoptiza más.

Seguramente tiene más que ver por el empeño de alcanzar la perfección artística, sin darse cuenta, sus manos creadoras compitieron con Dios [sic].
 
 

En las estribaciones de la Sierra Gorda, en su parte de Hidalgo, encontramos aún un templo con esas caractéristicas. Una obra del siglo XVIII, de las últimas edificaciones que encargaron los jesuitas en la Nueva España (antes de ser expulsados), para regocijo de los mortales que aún asistimos a su contemplación.

Los retablos, de maderas talladas y estofadas, están en perfecto estado de conservación, más aún el piso, también de madera, nos evoca tiempos más antiguos (Quizá a la existencia de un templo anterior destruido en esos ciclicos desastres). Se trata, desde mi punto de vista, de los mejores ejemplos de este estílo artístico conservados hasta nuestros días en México.


No, no es para todos, debido a la fragilidad de su piso no debe ser visitado por grandes grupos, además que no es tna factible entre semana ya que una vecina resguarda las llaves con gran celo porque afirma su desacuerdo del arte por el arte: Sólo es si este es sacro, si cumple su función de dador de dadivas. Ni se les ocurra comentar sobre la secularización de los espacios sagrados, que por cierto, bien manejados, podría dar recursos para su conservación.

Menester será regresar el quinto viernes de cuaresma para ser testigos de la peregrinación otrora del pueblo Hña Hñu, quizá sólo fragmentos diminutos de su cultura asistan aún ese día, nos conformamos con que sus descendientes mestizos lleven las cosas a buen fin.